El destacado escritor y académico Ariel Dorfman, quien recientemente escribió el artículo «Chile: ahora más que nunca» publicado en The New York Review of Books, donde se refiere a la dictadura chilena y la importancia que tienen las instituciones que visibilizan y resguardan la memoria, como el Museo de la Memoria y los DD.HH, escribió una carta que relata su experiencia durante el plebiscito de 1988 en nuestro país, con motivo del acto por los 30 años del triunfo del «No», ceremonia donde se presentó el renovado diseño de la Zona de Plebiscito en el segundo piso del Museo, muestra que destaca el rol de la ciudadanía en diferentes momentos de este hito histórico para democracia en Chile.
Estas son las palabras enviadas por Ariel Dorfman:
Queridos compañeros:
Es de alguna manera apropiado que esté mandando estas palabras desde la distancia, porque fue desde el extranjero que, en 1988, mi mujer y yo hicimos nuestra modesta contribución a la hazaña del 5 de octubre: conseguir artistas de renombre mundial, fundamentalmente de Hollywood, a fin de que filmaran para la franja del NO su entusiasta adhesión a nuestra campaña. Por supuesto que también viajamos a Chile unas semanas antes del plebiscito para participar en la movilización, una experiencia que me permitió entender la posibilidad de que una población aterrorizada por todo tipo de violaciones a los derechos humanos, y acostumbrada a callarse durante quince años interminables, pudiera finalmente sacar la voz. La respuesta me la dio una anciana empobrecida que vivía en la comuna de San Miguel, a la que encontré durante un puerta-a-puerta días antes del referéndum. Esa tarde, la señora respondió con cautela a mi presencia.
Viendo su recelo, le expliqué lo crucial que era su voto y que, en este caso, nadie sabría lo que ella había resuelto en la soledad de la cámara secreta. Durante un buen rato, no respondió, hasta que, finalmente: “Él sabe,” dijo. “Tiene un ojo adentro del lugar donde se vota, sabe todo lo que hacemos. Y me va a quitar mi fonolita, mi techo, cuando se dé cuenta de lo que hice.” Aún así, cuando nos despedíamos, susurró unas palabras de aliento y desafío en mi oído: “Voy a votar contra él. No voy a perder mi única oportunidad de que se oiga mi voz.” Unos días más tarde, esa mujer se unió a casi cuatro millones de sus compatriotas para derrotar a la dictadura.
Esa victoria se debe, sin duda, al liderazgo de nuestros políticos, al trabajo creativo y ferviente, aunque a menudo no reconocido, de nuestros artistas, a la solidaridad internacional, pero los verdaderos héroes y artífices fueron los chilenos desconocidos, esa anciana que tuve el coraje y la sabiduría de vencer el miedo para asestarle un golpe mortal al General que quería subyugarla para siempre. Sin embargo, creo no equivocarme al aventurar desde la distancia que alguien anónimo como ella no se encuentra hoy en ninguna de las tarimas donde se celebra este triunfo histórico del pueblo chileno. Que permanezca, entonces, por lo menos, en nuestro recuerdo agradecido.
8 octubre, 2018